La marea de gacetillas creció en los últimos 5 años al punto más o menos que alcanza la mitad del mentón de un consumidor de estatura promedio…
Antes perdía exactamente 30 segundos en desviar el carrito de súper por el pasillo de los vinos, tirar adentro el vino acorde a lo que se me cantan las pelotas y volver a tomar curso hacia la caja. Ahora resulta que es imposible. Agarro un malbec de tal marca y empiezan a aparecer como hadas enloquecidas agitando las alas, las frase gacetilleras: un largo final con notas acarameladas, un profundo color rubí, sedoso, aterciopelado, tanino suaves…
Es como una de las peores poesías de Rubén Darío obsesionada con hacerte tomar vino. NO QUIERO EY EY EY SOLTAMEEEEE AAAAAAA!!!!
Entonces vuelvo a dejar esa botella y vuelvo a mirar. Agarro un carmenere chileno. AAAAA!!! La filoxera. Una bacteria terrible me persigue por todo el supermercado con la bandera chilena clavada en uno de sus muslos, su sangre es color vino… ¿cómo escapar a la filoxera?
Dejo el carmenere y ya me empieza a picar la palma de la mano, sudo… la marea de gacetillas está llegando a la altura de la nariz, cada vez que exhalo veo las gotas de agua subiendo.
En eso escucho la voz de mi señora que se hizo cargo del carrito y de la nena… ya hizo todas las compras sola y yo todavía jodiendo con los vinos. Me voy directo a lo que más me gusta: Gato Negro, 18 lucas, tiene gusto a vino y .
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