UNA HERRAMIENTA INDISPENSABLE PARA COMER CON LA BOCA ABIERTA...

jueves, 11 de noviembre de 2010

Flagelatina

Como mi trabajo es escribir, decidí que tengo que tener las uñas siempre prolijas.




Yo mismo me hago la manicure completa, corte, lijado, pulido, cuticulado, y hasta me pinto con esmalte transparente. Lo que no calcule es que siendo inexperto en el tema me podía joder la mano con el mal ejercicio y fue justamente lo que me paso, se me encarnó la uña, se me inflamó, me entró una bacteria y ahora mismo estoy en el hospital esperando que un cirujano me haga un pequeño corte para drenar los líquidos de la infección.
Cuando el dolor me estaba haciendo ver elefantes rosados y pequeños enanos buscando diamantes con picas en la mina de mi anular izquierdo, la desesperación me condujo a buscar consuelo en la comida, como siempre. Paré en el supermercado y me compré un potecito de gelatina, postre regresivo, noventero, infantil, una especie de sustancia materna, informe, indecisa, uterina…
Que bien que se sentía comer gelatina, sentir que se disolvía en mi boca con la sola ayuda de la saliva, sin dientes, sin esfuerzos, y en seguida el dolor de dedo empezo a disminuir, la dimension sicologica de la enfermedad recibio una dosis de vacuna retroemotiva… no me acuerdo bien de que era, creo que de uva.
La gelatina me hizo retroceder 20 años atràs, cuando era un mocoso maleducado que le pegaba a todo el mundo. Hace poco mi mejor amigo me dijo que me tenía miedo en preescolar, que trataba de sentarse lo màs lejos posible de mí, y trato de recordar otras cosas y me viene el flashback del avioncito de papel dando una pirueta en el aire para luego acertarle a la profesora Pabla justo entre las 2 cejas. A los 7 yo era un demonio. 20 años despuès el dolor de dedo, la gelatina retroemotiva, la sala de espera, el cirujano, el bisturí, todo està representando el purgatorio, purgar pus, purgar los daños ocasionados al mundo, supurar la infección de los años. Purgar es una idea católica, flagelatoria, penitenciaria, dolorosa, pero al fin de cuentas liberadora.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Desayunate esta (en homenaje a mi broder)

La imagen prototípica del escritor incluye un cenicero rebosado de colillas aplastadas, muchas tazas con la costra de café en el fondo evolucionando en colonias de bacterias verdosas y en algunos casos cerveza, whisky barato, opio, marihuana, heroina etc...



En el caso mío la cosa cambia... la escritura está siempre relacionada con el estómago. Ahora mismo estoy tomando un café, pero no como el de los escritores que siempre es un asco, un café batido y hecho con agua a 84 grados de temperatura acompañado de una torta rellena con dulce de leche y almendras y cubierta por una deliciosa crema chantilly que sustituye cualquier alucinación estimulada con una grosera bofetada de cerotonina. En cuanto a los cigarrillos, mi señora no me deja fumar adentro.
Mi panza es el único músculo que desarrollé con constancia durante mi juventud, mis biceps en cambio le dan pena a un spaghetti. Y creo que esto en gran parte define las ideas que tengo en relación a la vida, a la escritura, al amor, al sexo, a un partido de tenis y a correr de un caballo loco. Es una limitación en la misma medida en que es un trofeo metafísico, un estandarte del hedonismo y el culto a todo lo que te hace más gordo y más feliz.
Esta mañana mi viejo me hizo unos huevos revueltos con jamon cocido, porque hace tiempo que no nos veíamos ya que vivimos en puntos muy distantes del país. Acompañé los huevos con unas tostadas de pan blanco untados con mantequilla tierna, un espeso jugo de frutilla y café con leche. Me sentía muy feliz por la doble razón de estar construyendo un nuevo piso en mi felicidad abdominal y por estar junto a mis dos familias: viejos y hermanos / esposa e hija.
 En eso recibo un llamado de telefono que se me atraganto en la garganta por el resto del día. Le robaron el auto a mi amigo. Más tarde recibo otro llamado que me revolvió por segunda vez el desayuno: la novia de otro amigo cayó en su camioneta de un barranco.
En relación al auto de mi primer amigo, pensé que quizás exista alguna teoría conspirativa que involucre policías corruptos y una versión barrio obrero de Ocean Eleven esposados todos contra el capot de mi socio, un final feliz.
En cuanto a mi otro amigo pensé que el destino es una broma de mal gusto que nos juega alguna instancia energética en el mejor momento de nuestras vidas, cuando viene a buscarnos el amor de nuestra vida para llevarnos a vivir a un lugar mejor, donde los desayunos con jugo natural, tostadas frescas, jazmines olorosos y sol tibio son cosa de todos los días.

Pero finalmente tenemos que desayunarnos lo que nos toca,  apretar el culo e ir para delante.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Compre o aprieto la gacetilla....

La marea de gacetillas creció en los últimos 5 años al punto más o menos que alcanza la mitad del mentón de un consumidor de estatura promedio…





Antes perdía exactamente 30 segundos en desviar el carrito de súper por el pasillo de los vinos, tirar adentro el vino acorde a lo que se me cantan las pelotas y volver a tomar curso hacia la caja. Ahora resulta que es imposible. Agarro un malbec de tal marca y empiezan a aparecer como hadas enloquecidas agitando las alas, las frase gacetilleras: un largo final con notas acarameladas, un profundo color rubí, sedoso, aterciopelado, tanino suaves…
Es como una de las peores poesías de Rubén Darío obsesionada con hacerte tomar vino. NO QUIERO EY EY EY SOLTAMEEEEE AAAAAAA!!!!
Entonces vuelvo a dejar esa botella y vuelvo a mirar. Agarro un carmenere chileno. AAAAA!!! La filoxera. Una bacteria terrible me persigue por todo el supermercado con la bandera chilena clavada en uno de sus muslos, su sangre es color vino… ¿cómo escapar a la filoxera?
Dejo el carmenere y ya me empieza a picar la palma de la mano, sudo… la marea de gacetillas está llegando a la altura de la nariz, cada vez que exhalo veo las gotas de agua subiendo.
En eso escucho la voz de mi señora que se hizo cargo del carrito y de la nena… ya hizo todas las compras sola y yo todavía jodiendo con los vinos. Me voy directo a lo que más me gusta: Gato Negro, 18 lucas, tiene gusto a vino y .

Hoy me falto algo

Soy pesimista y eso me ayuda a sobrevivir, nunca me va peor de lo que me espero.



Esa misma frase le tiré a un amigo en su departamento y me respondió: “oima Nietzsche”. Pero esa es la verdad y la verdad es que hoy me faltó casi todo. En algún momento incluso se me perdió el cargador de mi laptop y no podía escribir todo esto que me estaba gritando en la cabeza.

Lo más importante que me faltó hoy fue la risa de mi nena, o darle de comer su purecito de zapallo que a veces me queda muy salado y otras muy acuoso, pero que al final le gusta. Me faltó mi esposa dandole la vuelta a la punta de su cabello con el dedo índice mientras intenta resolver un bordado de fiesta. Las dos están en Ciudad del Este trabajando, yo me quedé en Asunción y el pasto está largo sin hablar de la invación de yuyos, algunos con esas espinas esféricas que se te pegan en la media.

En segundo plano me faltaron un montón de otras cosas. Menciono por ser la más trágica - entre las de segundo plano - la ausencia de Abdul, el árabe que hace lomitos en la esquina.

A mi me gusta llegar a mi casa cuando estoy solo, estar al pedo un rato, ver tele, tocar guitarra en el patiecito del fondo y llegada las 8, meto 10 luquitas en el bolsillo, camino hasta el bar de Abdul y me compro dos Miller en lata bien frías. Me las pone en una bolsita, nos preguntamos cosas del trabajo y que se yo que se cuanto, vuelvo y me tomo las birritas mientras me rasco los huevos.

Hoy no estuvo Abdul. Hoy no había miller en lata, solo en botella, y hoy me faltó eso también. Igual compré la botella de miller que esta aquí a mi lado, pero yo quería las dos latas en la bolsita y quería que abdul me diga cualquier pelotudez o me perdone cien i del vuelto.

Cuando el nivel de cerveza llegue a la mitad de mi vaso que alguien por favor - esté donde esté - le cague a patadas a Alejandro Sanz.

Cuando sea grande quiero ser molecular



No sé por qué cocino. O, mejor dicho, no sé por qué dejan que yo cocine.






Supuestamente el que entra a la cocina se relaja, se despeja, se tranquiliza. Yo soy un viento norte, el más denso, ese que le convertía al doctor francia en una versión mediarribadelpantalón y manodentrodelsaco de woody harrelson en natural born killers.

Yo digo que es porque en medio de todo ese quilombo de ollas sucias, platos sucios, cáscaras de verduras, latas vacías de crema, siempre algo al menos decente sale. Una de esas cosas es mi salsa de zapallo que sirve tanto para lo gnochis como para un pollo o un filete de tilapia… no probé con otra cosa.

Como diría mi tío: “al que le gusta mierda, un plato lleno”. Ahí va la receta.



Salsa de zapallo

Un flash de zapallo
Un vaso chico de vino blanco
Media cebolla
Ajo
Cebollita de verdeo
Crema de leche 1 pote chico (no sé cuantos gramos no hinches)
Maizena 1 cucharita disuelta en una taza con agua

Preparacion
Hervis el zapallo y hacés puré.
Cortas la media cebolla en cuadritos chicos y picas también el ajo.
Sofreís todo ese tema (cebolla, ajo, transparentar cebolla y zapallo al toque) en aceite de oliva y después le tirás el vinito blanco.
Revolvés ahí para que se mezcle todo bien y para que se reduzca.
Le tirás la crema. Le agregas la maizena y revolvés para que espese.

jueves, 4 de noviembre de 2010

La mosca en la sopa es un poroto...

Siempre me pregunté por qué le dicen cucaracha al audífono que los conductores tienen en la oreja. Una chipa guasú más tarde llegué a la siguiente conclusión:



Domingo, cero ganas de cocinar, varea camión, auto, bar S. R, chipa guasu, auto, casa. Después de haber saboreado el primer bocado de la que yo considero una de las mejores chipa guasus de este mercado y por extensión del mundo, mi mujer pega el grito al cielo y con la punta del cuchillo apunta al horrendo gregorio samsa que asomaba sus antenas entre los granos dorados de maíz. Todo el placer se transformó en asco, el fín del mundo explotó en el fondo de mi garganta y la única sobreviviente como siempre: la postapocalítica cucaracha con un ojo rojo onda terminator.
El día que encuentre el audifono de ruben rodríguez en mi chipa guasu te juro que me voy a juicio. Pero en fin. Apartamos el pedazo de chipa guasu con el héroe existencialista metamorfoseado como prueba de que hasta el más santo de los bares peca a veces de sucio. Agarré el telefono y hablé con el dueño. La voz del pobre tipo temblaba como el muslo de un sumo que corre para alcanzarle al micro, yo le tranquilicé, le dije que no iba a tomar ninguna medida (le mentí, ahora estoy tomando una medida). Me ofreció lo que quiera del restaurante pero en ese momento lo único que quería era kolino en aerosol para sacarme el gusto sugestionado a cucaracha molida. 
Ahí no termina el chiste. Nos vamos todos a dormir y al día siguiente, todo kerana, me voy a la cocina y veo que el pedazo no está. En eso pasa la empleada con un balde y un palo de cocina (olor a chivo). 

PdC: Che D, vos le bajaste la chipa guasu que estaba ahí. 
D: Sí sr, disculpame yo....
PdC: No todo bien, preguntaba nomás. 

La conclusión sobre la cucharacha y el audífono es simple, son dos cosas que no nos gusta que se vean, pero están ahí, siempre están....

Revolución Estomacal

El pedido: 1 pizzánwich napolitano .
El resultado: 5 horas de indigestión
Síntomas: dolor de estómago, retrogusto a ajo, imposibilidad de ejercer el habla en el tono habitual, aliento poco alentador. 



Aquí hay una cuestión, ¿la salud de quién importa más: de un concepto o de una persona? La idea del pizzánwich no deja de ser buena en la teoría, fusionar 2 bestseller de la comida rápida o chatarra como la conocen los comedores en cámara lenta de exquisiteces ultramarinas; la pizza y el sándwich. De por sí un sándwich no se puede hacer del purista, sándwich se puede hacer con todo y de todo mientras sea entre 2 panes y bueno, la pizza, la pizza es también una plataforma sobre la cual los emergentes de la nada se vuelven ingeniosos cocineros. El problema es que hay que encontrarle la vuelta a cualquier intento comercial, científico, poético, o lo que sea, de lograr un buen jopara. 
El dilema es el siguiente. Si se cocina en su punto la masa de la pizza se endurece, se vuelve crocante y eso nos encanta siempre y cuando estemos comiendo una pizza a secas. Pero, cuando se trata de un pizzánwich, si la masa llega a este punto de crocancia es imposible comer, ante el primer dientazo o cuchillazo se curubica y se convierte en un sándwich atropellado por el 16 enfrente al paraguayo japonés con ronda de curiosos y todo. Entonces la solución es no cocinar TANTO la masa. Ahí está el motivo de que en mi panza a las 8 de la noche parecía que me atropello justo en el hígado un 767 con un ajo religioso radical al manubrio.
Vuelvo a hacer la pregunta: ¿es más importante la salud de un concepto o de una persona?
Si el pizzanwich no funciona cocinando la masa como tiene que ser, entonces el pizzanwich no funciona, ergo tiren la idea junto con todo lo que esté podrido en el basurero de la calle de atrás como en las películas de la mafia italiana. O bien, encuentren la manera de conciliar la idea de la pizza con la idea del sándwich de una forma en que los elementos hayan alcanzado su mejor potencial de sabor y textura. En caso de la masa de pizza, no estaría mal además de cocinarla mejor, pintarla con un poquito de salsita de tomate y gratinarle quesito parmesano. Pero eso ya es cuestión de gusto y en cuanto a gusto no hay nada escrito, excepto después de tres horas de estar repitiendo ajo y masa cruda, en ese momento el gusto debería agarrar una birome y esgrimirla en defensa de todos los hígados hinchados. 
Para terminar: aliento (a ajo) al lector a probar de todo y a descubrir que hay revoluciones en la cocina y otras más violentas en el baño.